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Comunicados
Febrero 20 / 2015
Mensaje del crítico literario, ensayista y poeta, Otto Ricardo-Torres al Rector de la Universidad del Cauca
Emitido por: Otra
Dirigido a: Comunidad universitaria
Bogotá, DC, febrero 14 de 2015
Doctor Juan Diego Castrillón Orrego
Rector de la Universidad del Cauca
Popayán
Señor Rector:
Con el poeta, condiscípulo y amigo Giovanni Quessep, le envío mis tres libros que he publicado, el último de los cuales está dedicado a la Universidad del Cauca, en reciprocidad por el honor de haberme nombrado profesor honorario de ella, junto con el maestro León de Greiff y otros poetas y ensayistas, con ocasión del Simposio sobre el poeta Guillermo Valencia, el Maestro. Tres de ellos son para la Biblioteca de la Universidad y tres para usted. No lo tome como un atropello, por favor.
Guardo honrosos recuerdos de mi paso por Popayán, no como profesor de la Universidad, sino del Liceo. Allí tuve a muchos alumnos de la distinguida aristocracia de Popayán, entre ellos los Caicedo Ayerbe, los Simmons, los Castrillón, hijos del que fue Ministro de Obras Públicas, entre otros. Los hoy doctores Juan y Víctor Caicedo, así como Otoniel Fernández, quien fuera también Rector de esa distinguida Universidad, fueron también mis alumnos, y me recuerdan también.
Mi relación con Popayán fue muy curiosa. Cuando estuve de profesor, me botaron dos veces, de los tres años que allá estuve. Y estudiantes, de Liceo y de la Universidad, profesores del Liceo e incluso de la Federación de Trabajadores del Cauca, salieron en mi defensa, y me reintegraron al cargo en ambas ocasiones. La oligarquía de Popayán, por supuesto, estaba al otro lado de la contienda, entre ellos Edmundo Mosquera, quien, con esa hidalguía propia del payanés, en la ocasión en que fui delegado por el Instituto Caro y Cuervo para el Simposio ya dicho, en mi condición de profesor e investigador de tiempo completo de ese Instituto, me promovió a esa eximia condición de profesor honorario de la Universidad. Cosa que siempre le agradecí en las varias ocasiones en que nos encontrábamos en Bogotá, cuando yo era profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, y siempre.
Esto es algo que he admirado en mi vida y de lo cual me siento orgulloso, pues, a pesar de que jamás fui lambón de las familias de alcurnia -o creo que tal vez por eso mismo-, estas, entonces y después, siempre me han dado un trato de distinción o al menos de inmerecida gratitud. Verdad es que, averiguándome motivos, siempre he procurado actuar de acuerdo con mi identidad y, aun en las más férreas ocasiones de lucha, nunca he lanzado un abajo ni una piedra, valiéndome apenas de la exposición de lo que he creído sensato y justo.
Eso constituye la fuente de mi recuerdo y dilección permanentes por esa amada ciudad y sus gentes. Esta grata y orgullosa memoria me ha acompañado siempre, a modo de una flor de lis en la solapa de mi alma. (Y perdóneme usted el símil barato, aunque sé que Neruda empleó alguno, tan peorcito como este).
En el marco de ese contexto, acepte, usted, por favor, este humilde obsequio, así como el librito dedicado a la Universidad del Cauca. El primero de los tres, que me publicó la Universidad EAFIT, de Medellín, ella lo distribuyó y está agotado. Sin embargo, logré obtener, con alguna dificultad, los que le he enviado a Giovanni, a usted y a la Biblioteca de la Universidad. Hecho esto, al modo de El Libertador, digo entonces que ya podré bajar tranquilo al sepulcro.
Con mi mayor sentimiento de consideración y respeto, permítame suscribirme de usted,