Con la historia de María Elvira Guevara Álvarez, Ingeniera Civil que durante 37 años se desempeñó como profesora de nuestro programa de Ingeniería Civil y quien, junto con otros colegas, por esas casi cuatro décadas al servicio de la Alma Mater Caucana, ayudó a impulsar importantes actividades teniendo la fortuna de colaborar con el Centro de Investigaciones y Servicios, la revista Ingeniería Hoy, el Laboratorio de Hidráulica, la estructuración de la Especialización en Ingeniería de Recursos Hídricos y en la profundización del conocimiento sobre Socavación en Puentes, por solo nombrar algunos espacios académicos. Regresamos con las entregas de #RostrosDeUnLegado
El 16 de agosto del 2023, fue la fecha pactada para un encuentro muy especial. En el Laboratorio de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería Civil, teníamos la tan esperada cita con la Ingeniera María Elvira, ya que algunos meses atrás nos habíamos puesto en contacto para realizar la entrevista, pero ella se encontraba de viaje, motivo por el cual tuvimos que esperar un buen tiempo antes que nos fuese posible encontrarnos. Y como las cosas siempre pasan por algo, lo bonito de esta historia es que este encuentro se llevó a cabo dentro de una conmovedora coincidencia, ¿la razón? En los primeros minutos, después de saludarnos, la ingeniera nos sorprendió al expresar con un gran sentimiento: “Debo empezar por decir que hoy es una fecha muy emotiva para mí, pues un 16 de agosto de hace 57 años falleció mi padre Guillermo Guevara, quien fue Ingeniero Civil de la Universidad del Cauca, y estuvo vinculado a la institución desde 1933, año en que se graduó, hasta prácticamente su fallecimiento”.
Guillermo Guevara, el padre de la ingeniera María Elvira, fue decano de la Facultad de Ingeniería Civil en tres oportunidades y además participó en la conformación de importantes empresas para la capital caucana, como Centrales Eléctricas del Cauca y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado, pero además de su desempeño como profesional fue quien cimentó las bases del conocimiento de su hija ya que fue el encargado de la educación de María Elvira hasta sus 8 años, “Él me enseñó a sumar, a escribir, a multiplicar, a leer, a hacer todo lo básico. Me decía que todo tenía que ser con calidad. Desde entonces me quedé con un concepto que se puede resumir en que la calidad es escribir lo que se hace y hacer lo que se escribe, y le agradezco porque cuando ya entré al colegio, ya estaba adelantada en eso”.
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Entonces, como la ingeniera lo dice, “Con este gran legado se podría suponer que los hijos queríamos ser profesores, pero nada más alejado de la realidad, al menos en mi caso, nunca se me pasó por la mente ser profesora pues siempre lo consideré como una actividad de máxima responsabilidad y compromiso, un tanto ingrata y para la cual nunca iba a estar preparada, es decir, para mi ser profesora implica tener los más altos estándares como persona y profesional, pero aquí es como comienza la historia de porqué alcancé 37 años como docente”.
Pese a que en un principio a María Elvira le llamó la atención estudiar Ingeniería Electrónica, al final -tal vez porque por sus venas corría de forma innata el amor por otra ingeniería- tomó la decisión de ingresar a Ingeniería Civil. Culminó sus estudios en el año de 1981 y casi que inmediatamente ingresó a trabajar en la empresa INGETEC en la ciudad de Bogotá, “Por la fama de la Facultad de Ingeniería Civil me dieron mi primer trabajo en vías. Me tocaba corregir carteras de topografía con una calculadora primaria, lápiz, papel y borrador. Luego de algunos meses tuve la oportunidad de trabajar en la revisión de planos de la autopista Bogotá - Medellín y después participé en el diseño de un pequeño tramo de una carretera de tercer orden para la Central Hidroeléctrica del Guavio que conectó la zona de prensa con la casa de máquinas”.
Pero el sueño de la ingeniería siempre había sido la hidráulica, “Desde pequeña me parecía que las presas y los puentes eran las obras más grandes que una Ingeniera Civil podía acometer”, de ahí que, estando en INGETEC, la apoyaron para pasar a una rama de la hidráulica, donde junto a un hidrólogo debían diseñar canales que “Son estructuras lineales que conectan dos puntos, con chequeos similares en cuanto a velocidad, pendientes, pero con notables diferencias”, nos explica con gran devoción por el tema y una innegable pasión.
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Dicha experiencia le sirvió a la ingeniera para que en el año de 1984 pudiera completar los requisitos y obtener una beca del Gobierno de los Países Bajos, en la Holanda Meridional, específicamente en la ciudad de Delft, para realizar una especialización en Hidráulica. Su plan era culminar su especialización y continuar trabajando en INGETEC, sin embargo, “Estando a punto de regresar sucedieron dos acontecimientos que marcaron la historia de Colombia tristemente, uno fue la toma del Palacio de Justicia y unos días después la erupción del Volcán Nevado del Ruiz que ocasionó la tragedia de Armero. Colombia estaba tan convulsionada que decidí más vale venir a Popayán y visitar familia y amigos, y dentro de esas visitas me encontré con el rector de ese entonces, el ingeniero Harold Muñoz que en paz descanse, y él me propuso que me vinculara como profesora de la Facultad de Ingeniería Civil. A mí ni se me había pasado por la mente ser profesora a pesar del legado de mi padre, mi mente estaba puesta en volver a Bogotá, pero Harold y los directivos de la Facultad, entre ellos Galo Cosme y Rodrigo Cajiao fueron muy gentiles, pacientes y cortésmente me preguntaron en enero de 1986 si aceptaba el cargo, pensé que me estaban ofreciendo algo muy importante en bandeja de plata y dije bueno aceptemos un semestre, me sirve para la hoja de vida y luego vuelvo a buscar mundo”.
Así fue como, el 20 de enero de 1986, la ingeniera María Elvira orientó su primera clase en Estructuras Hidráulicas, para la cual ella nos cuenta, entre sonrisas pícaras, que no se sentía preparada. Aparte de que sus apuntes, notas, conferencias y materiales venían en barco desde Países Bajos y llegaban aproximadamente en el mes de junio, adicional a ello, la ingeniera resalta que sus colegas de cátedra eran Germán Oramas (Q.E.P.D), y Rodrigo Lemos, a quienes consideraba que eran verdaderas autoridades en el tema puesto que contaban con una sólida formación académica impartida en la antigua Unión Soviética.
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Durante ese primer semestre de docencia, María Elvira organizó un viaje al Cerrejón, experiencia que estuvo lleno de anécdotas buenas y malas como ella nos lo cuenta, pues iniciando el viaje, cuando iban por el municipio de Cartago, el bus nuevo en el que se transportaban dejó de funcionar: “Nos íbamos una Semana Santa al Cerrejón con la compañía de los profesores Germán Oramas, Rodrigo Lemos y algo así como 30 estudiantes, y gracias al reequipamiento de la universidad habían llegado dos buses nuevos, y Harold Muñoz nos dijo: ¿A dónde quieren ir? y se van en un bus, pues resulta que el proyecto que estaba en construcción era el de la explotación de carbón a cielo abierto en el Cerrejón, atravesar toda Colombia implicaba eso, así que organizamos el viaje y nos fuimos, y en Cartago se varó el bus, y como era nuevo no se podía abrir, eran vísperas de Semana Santa y uno llamaba acá y pues nadie contestaba, entonces, pues tomar decisiones, ¿Qué decisión tomamos? El bus se quedó en un parqueadero y nosotros contratamos otro bus, pero llegamos al Cerrejón. Y cuando regresamos yo solo pensaba en que me iban a echar, estaba en año de prueba y dejé un bus en un parqueadero, pero ¿saben qué me dijo el decano de esa época Galo Cosme? Lo importante fue que fueron y regresaron con bien, algo que me motivó para seguir en la universidad”.
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El arreglo del bus fue un largo trámite porque la empresa aseguradora no quería cubrirlo, sin embargo se logró recuperar el bus y ante este inolvidable recuerdo, la ingeniera María Elvira rememora otra anécdota “En esos días el rector, Harold Muñoz, vino aquí a la facultad y quiso ir a la oficina, entramos a la oficina y yo encendí la luz, la luz prendió y a los segundos se apagó, él me miró y me dijo: funde buses, cómo no va a fundir bombillos”, recuerda con una sonrisa de oreja a oreja la ingeniera.
Párafo escrito por Diego Fernando Erazo (1986)
Después de un tiempo como profesora y gracias a la invitación de Alfonso Murgueitio, María Elvira tuvo la oportunidad de ser parte de importantes espacios como el Centro de Investigación y de Servicios, centro precursor de la Vicerrectoría de Investigaciones, y también, más adelante, de la Revista Ingeniería Hoy. “Por invitación de los profesores Luciano Rivera, y Juan Manuel Mosquera ya tristemente fallecidos, esta revista se empezó a publicar con la ayuda de Galo Cosme y Rodrigo Cajiao, y muy especialmente de estudiantes, quienes la manejaban como una empresa, lo cual fue muy gratificante hasta que aproximadamente a principios del siglo XXI se tuvo que entregar el manejo al Comité de Investigaciones, hasta que desapareció la revista por diferentes causas”.
Además de dichas experiencias, una de las más gratificantes para la ingeniera María Elvira fue participar en la reconstrucción del Laboratorio de Hidráulica, ya que este había sido dotado después de la Segunda Guerra Mundial y en el terremoto de 1983 se vio afectado, pero lo comenzaron a reconstruir y a reequipar gracias a la llegada de recursos provenientes del Banco Interamericano de Desarrollo y de la Nación, proyecto que lideró de manera general dentro de toda la universidad el ingeniero Hugo Cosme. “Con el apoyo del ingeniero Adolfo León Ojeda, que era entonces el jefe del Departamento de Hidráulica empezamos a diseñar equipos que se construyeron en talleres de carros en Popayán, me acuerdo mucho del taller de los señores Salazar por el río Molino. Por supuesto acá no había experiencia ni en diseño, ni en construcción de este tipo de equipos, sin embargo lo hicimos y de hecho todavía muchos de estos están en uso y además se estructuraron los manuales para las respectivas prácticas, fueron años muy gratificantes que se alternaron entre la docencia y algo de cargos administrativos y colaboraciones esporádicas con otras dependencias y con la estructuración de la Especialización en Ingeniería de Regadíos, de la cual era responsable Rodrigo Lemos”.
Luego de haber estado en diferentes proyectos dentro de la universidad, la ingeniera decidió enfocarse más en su profesión de base, de manera que en el año de 1993 tuvo la fortuna de ganarse una beca de la Comisión Fulbright para hacer una Maestría en Ciencias con énfasis en Ingeniería Civil, en Minnesota (Estados Unidos), experiencia que le abrió paso para trabajar en la empresa Barr Engineering cuando en tierras norteamericanas se empezaba a trabajar lo relacionado con la socavación en puentes. “Tema al que me había introducido el profesor Luciano Rivera, quien siempre me decía que tocaba prepararse para el futuro. Este tema inquietaba mucho en Colombia, la mayor influencia venía de los mexicanos y ahora tenía la oportunidad de tener el enfoque gringo. Estuve seis meses trabajando en socavación en puentes, ellos pensaban que yo sabía, y yo pensaba que eran ellos los que sabían, y de esta manera fue un proceso conjunto. A inicios de 1996 regresé a la Universidad del Cauca y el ingeniero Leonardo Zuñiga Q.E.P.D, me propuso orientar un curso de especialización en socavación en puentes, de manera que organicé unas conferencias de clase que al final de mi vida académica se convirtieron en libros”.
Dentro de su labor como docente, esta mujer de gran trayectoria siempre ha impulsado la importancia del segundo idioma, pese a los comentarios de sus estudiantes que le decían: “Para qué enseñar inglés si los puentes se van a caer en español”, y ante esto la ingeniera recuerda que “En la decanatura de Margarita Polanco a finales del siglo XX, nuestra única mujer decana trató de promover el intercambio estudiantil, de forma que tuvimos un estudiante en Croacia y otro en Países Bajos, lo cual espero que para las nuevas generaciones sirva de inspiración para que vean que con estudio y trabajo dedicado pueden alcanzar grandes metas”.
A comienzos del siglo XXI, María Elvira tuvo labor docente de tiempo completo, ya que sus colegas del Departamento, quienes habían sido también sus profesores, empezaron a jubilarse, pudiendo así orientar todos los cursos básicos del Departamento de Hidráulica, además de trabajar en proyectos inter y multidisciplinarios y en la estructuración de la Especialización en Ingeniería de Recursos Hídricos. Después de esto, llegó la pandemia, experiencia que nos cambió la vida a todos, pero que para la ingeniera representó una oportunidad de participar en un proceso de aprendizaje con otras metodologías.“Fue muy grato comprobar que había un grupo de profesores que estaba preparado para afrontar la educación desde casa, yo no tenía ni idea de estas temáticas, no sabía hacer un video, no sabía de plataformas, solo manejaba Skype, tan es así que la egresada Olga Lucía Tacha, a quien yo le había dirigido el trabajo de grado, se ofreció a enseñarme a manejar ZOOM, pues me dijo: usted me ha enseñado muchas cosas entonces yo ahora le voy a enseñar. Me empecé a sentir más tranquila cuando vi que todo lo íbamos a manejar con las herramientas de Google. Fue un par de años en que casi no hubo respiro, pues 24/7 estaba dedicada a preparar clases. Finalmente, pude volver a la presencialidad y pude preparar durante un año mi retiro, el cual se hizo efectivo hace 4 largos meses”, expresó la ingeniera con la satisfacción del deber cumplido.
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Así pues, para culminar esta importante etapa de su vida, decidió realizar un último viaje con sus estudiantes, pero esta vez un poco más cerca y sin la experiencia del bus averiado, visitaron el norte del Cauca y el departamento del Valle, incluyendo la CVC; S.A.R.A-B.R.U.T, ASORUT, Central hidroeléctrica Calima, los Puentes Guillermo Valencia y la Balsa; un recorrido que le permitió dar un cierre con broche de oro y por todo lo alto a sus 37 años de entrega a la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad del Cauca, y así iniciar una época diferente centrada en su vida personal y familiar.
“Tengo el profundo convencimiento de que la Ingeniería Civil seguirá siendo una necesidad y dejo la invitación a estudiarla con compromiso, pues por ejemplo, si vamos a países desarrollados ellos tienen prácticamente todo construido, sin embargo toda esa estructura está volviéndose obsoleta y se necesitan ingenieros para planear, mantener, rehabilitar, recuperar estructuras como vías, puentes, represas, entre otras, además hago una invitación a que replanteemos la orientación de los cursos, a pensar más allá pues seguramente la Inteligencia Artificial no tendrá la solución, entonces estudiemos, trabajemos, disfrutemos y soñemos pues a veces se cumplen los sueños que nunca hemos imaginado”, nos compartió la ingeniera María Elvira para finalizar su relato.
Para nosotros, fue un gran honor tener la oportunidad de conocer la historia de tan dedicada profe y profesional, a quien se le nota el amor y el compromiso con el que asumió la responsabilidad de formar a las y los futuros profesionales del país, corroborando que el patrimonio más valioso que tiene nuestra Universidad, es su gente sin discusión alguna.
A la ingeniera María Elvira, le deseamos muchos éxitos en esta nueva etapa de su vida, con la plena seguridad de que cosechará los frutos de todos los retos que asumió como docente y también le agradecemos haber sacado un poco de su tiempo para entregarnos los insumos que hoy se materializan en esta tercera entrega de nuestro especial ‘Rostros de un Legado’, estrategia con la cual estamos celebrando los 150 años de la Facultad de Ingeniería Civil, facultad que ha sentado las bases para que en esta casa de estudios se puedan construir y hacer realidad los sueños de tantas personas.
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