Vamos cerrando el 2023, un año especial para Unicauca: 196 años de nuestra Alma Mater y 150 de aquella mítica facultad que también constituye gran parte de lo que somos como Universidad. Así que, para finalizar nuestro especial ‘Rostros de un Legado’, sabíamos que teníamos una misión retadora, ¿cuál? Cerrar con broche de oro esta serie de relatos conmovedores. Y no nos tomó mucho tiempo decidir que el protagonista sería el ingeniero civil Unicaucano, Jorge Humberto Campo, quien a lo largo de sus 85 años de vida se ha destacado por ser un gran profesional, pero sobre todo una gran persona dispuesta a ayudar siempre a los demás.
Fue el 13 de octubre, durante la Noche de Gala de los 150 años de la Facultad de Ingeniería Civil, que tuvimos la oportunidad de escuchar al ingeniero Jorge dando un hermoso y emotivo discurso al recibir la conmemoración por su vida y obra. En sus palabras, le agradeció con mucha emoción a su amada esposa por apoyarlo siempre en esa meta de ser ingeniero civil.
“Esta noche le doy gracias a mi esposa porque por ella es que soy ingeniero, yo me casé con la señora Berta Zarzosa Dorado cuando yo estaba en quinto de primaria, mi papá no me quería dar la bendición y me dijo ‘vos sos un culicagado, ¿vos que vas a hacer?, ¿con qué la vas a mantener?’, y efectivamente ella era licenciada, yo trabajaba con mi familia como obrero y me lancé al charco. Hasta el último momento mi padre no me quería dar la bendición, pero a la entrada de la iglesia me la dio. Ella me hizo ingeniero a mí, así como todas las mujeres del mundo y ustedes que están aquí presentes, son las más valiosas para levantar a la comunidad, ellas son las personas que rezan y regañan, son las personas que orientan y que dicen la verdad cuando tienen que decirla”, mencionó el ingeniero Jorge al inicio de su discurso, dejando a todas y todos los presentes con el corazón lleno de alegría al escuchar a un hombre hablar con tanto amor de su compañera de camino.
Foto: Suministrada
Sin lugar a dudas en la velada algo quedó muy claro: el ingeniero Jorge no solo es destacado profesional, también tiene el don de la palabra porque realmente sentimos una conexión especial, quedándonos con las ganas de seguirle escuchando más. Por eso, días después, tomamos la decisión de contactar al ingeniero Jorge para que nos contara más acerca de su historia; una historia viva en él. Así pues, una tarde de noviembre el ingeniero Jorge Humberto Campo llegó hasta la Facultad de Ingeniería Civil de la casa que lo formó y nos comenzó a narrar toda su vida. El ingeniero Jorge nació en la ciudad de Popayán un 4 de mayo de 1938, sus padres fueron Ricardo Campo Santacruz y Tulia Perdomo. Realizó su primaria en el Colegio Champagnat y su bachillerato en el Liceo de la Universidad del Cauca y mientras cursaba su bachillerato tomó la primera gran decisión de su vida. “Entrando a quinto de bachillerato, en esas vacaciones me casé con Berta Zarzosa Dorado, la gran mujer de quien comencé hablando durante mi discurso en la Noche de Gala de los 150 años de la Facultad de Ingeniería Civil. Ella era profesora y yo era obrero raso, y yo trabajaba en la firma de mi familia”, mencionó el ingeniero con gran orgullo ya que su esposa lo ha acompañado durante todas las etapas de su camino, sobre todo, en los momentos más difíciles que se les han presentado en el trasegar de su compartir.
Durante su bachillerato, el ingeniero también cultivó su amor por el deporte, amor que continuó a lo largo de su vida dentro de diferentes disciplinas. “Por allá en 1957 fui deportista y eso fue sensacional porque yo pertenecía al Liceo de la Universidad del Cauca, entonces nosotros participamos en los eventos deportivos de la Universidad con todas las facultades. Entonces yo sí me daba el lujo, como decía en esa época, de patear y gané muchos eventos, de allí pasé a asistir a los primeros Juegos Nacionales Universitarios. Yo fui campeón nacional universitario en atletismo y me tocó competir en esa época con grandes campeones de esta disciplina. Ya luego me dediqué al tiro y fui campeón de tiro con arco. He sido campeón infinidad de veces y fui fundador en el año 2000 de La Federación de Tiro con Arco, porque antes pertenecíamos a la Federación de Tiro y Caza que era la Federación de Tiro de Armas”, recordó el ingeniero Jorge.
Después de culminar su bachillerato, tomó otra gran decisión, una gran apuesta que brotó de los más profundo de su ser, algo que llevaba en las venas: comenzó a estudiar Ingeniería Civil impulsado por sus dos referentes, su abuelo y su padre. “Mi abuelo que se llamaba Pedro Campo Santa Cruz y mi padre, participaron de la construcción de la Basílica de Popayán y de la Estación del Ferrocarril, entonces ellos hablaban mucho sobre construcción de obras, de puentes, de viviendas y me fui entusiasmando y tomé la decisión de estudiar Ingeniería Civil en la Universidad del Cauca”.
Pero el camino no fue fácil. Mientras adelantaba sus estudios, también trabajaba, “Soy orgulloso de ser hijo de trabajadores, de un maestro de obra, mi abuelo y mi padre. Saber que ellos construyeron la Catedral y la Estación de Ferrocarril, entonces de eso me he sentido orgulloso toda la vida. Además, cuando yo estaba estudiando bachillerato dejé de estudiar un año y fui obrero raso de la empresa de mis padres, hacía tubos, hacía baldosas, hacía bloques de cemento para construcción de viviendas. De manera que con callos en las manos nos hemos levantado y así hemos seguido trabajando y lo más importante respetando a los trabajadores, queriendo a los trabajadores procurando que se sientan bien”.
Foto: Suministrada
Así pues, mientras el ingeniero Jorge se encontraba estudiando Ingeniería Civil en la Universidad del Cauca comenzó a laborar en el Laboratorio de Suelos en el Distrito de Obras Públicas número 6, “El doctor José Tomás Angulo era muy amigo de la casa entonces de golpe charlando mi papá le pidió el favor que me colaborara a mí, que yo estaba estudiando ingeniería, entonces el doctor me nombró obrero raso de laboratorio de Suelos del distrito de Obras Públicas número 6. Ahí estaba de jefe un señor que se llamaba Dionisio Bastidas. Estuve desde 1963 hasta 1965, entonces esa experiencia como estudiante y trabajador del laboratorio, me puso en un nivel alto con respecto a mis compañeros porque llevaba esa ventaja, y estar vinculado me servía muchísimo porque recuerden que yo me había casado antes de entrar a ingeniería, entonces eso me sirvió muchísimo para ayudarle un poco a la gran mujer con la que me casé”.
El ingeniero culminó su carrera universitaria y fue nombrado en el municipio de Túquerres, en Nariño, “A mí me habían dicho que en Túquerres era supremamente duro el sindicato del Distrito de Obras Públicas de Nariño, pues toda la vida ha tenido fama y cuando yo llegué allá, me dijeron, ‘Uy, este ingenierito’. Yo siempre usé pantalón crema, una chaqueta crema y camisa blanca, pero siempre casi de blanco, entonces me decían ‘El ingeniero de la Primera Comunión’, y pues no falta el personaje que se quiere hacer sentir, entonces me dijo: ‘vea señor, usted aquí no nos va a aguantar ni seis meses y se va’ Yo lo vi y dije, ‘bueno, pues nos vamos, trabajemos esos seis meses primero’. Pues entonces empecé a trabajar con ellos y afortunadamente yo he sido muy humilde, no he tenido ninguna pretensión y así duré más de seis meses oiga, y cuando me fui me hicieron una gran despedida, aprendí a comer cuy, qué delicia, lo añoro. Me ha tocado volver a Nariño, esporádicamente, y la gente me saluda, preguntan por doña Berta y las niñas, entonces uno les cuenta que ya se graduaron, que son especialistas, que están trabajando en la Universidad”.
Durante este tiempo, el ingeniero Jorge vivió uno de los más grandes retos de su vida ya que padeció la penosa enfermedad Guillain Barré, de la cual se recuperó gracias al personal médico que lo atiende en la ciudad de Bogotá, pero sobre todo al gran amor de su familia, principalmente de su esposa, “Nos agarramos de la mano de Dios y pues qué, con esa mujer tan buena que he tenido, Berta dedicada a mí en esa época de esa enfermedad. Yo estuve en el hospital allá en Nariño, y a mí lo único que me funcionaba era el pecho y el estómago nada más, y al lado me tenían un pulmón de acero por si se paralizaban los músculos del pecho. Bueno en esas circunstancias me tuve que ir a una clínica de Bogotá un año, entonces doña Berta quedó encargada, ella quería irse conmigo a acompañarme, pero le dije que no, que se encarga de las niñas, y el día que me mandaban para Bogotá la despaché para Pasto para que cuidara a las niñas que ya estaban estudiando en primaria y además por allá teníamos una siembra de papa y tocaba ir a cuidarla. En esa experiencia estuvimos un año largo, pero regresé, gracias a Dios como estoy aquí”, menciona el ingeniero con el rostro iluminado de alegría al recordar este triunfo.
Y a propósito de triunfos, una de las obras que más recuerda el ingeniero durante su época en Túquerres es el puente de Tumaco, la obra más importante que realizó al iniciar su carrera. “En 1969 resulta que he hecho la obra más importante de mi vida. Ha sido la experiencia más grande que he podido tener y la que me ha hecho sufrir, yo decía: ‘¿Para qué, para qué me hice ingeniero?’ Por la entrada hay un río Grande y luego viene la isla de Tumaco, y luego la otra parte de la isla, entonces para unir las dos partes hay un puente de cerca de 400 metros de longitud. El Ministerio de Obras Públicas ordenó reducir el ancho de la luz del puente, entonces lo redujeron a 370 metros, hicieron un relleno hidráulico, llevaron una grúa para extraer la arena del mar y rellenar todo eso, entonces la parte de las dos islas se rellenó, angostando el paso del río, entonces la marea entra y sale, y al reducir la luz del puente la marea aumentó la velocidad, y al aumentar la velocidad empezó a socavar los pilotes, hasta que los pilotes quedaron en el aire y se asentó la losa. Vinieron 19 firmas, 5 del Ecuador, 4 del Perú y 10 de Colombia, ninguna se le quiso medir a reconstruir el puente y el Ministro de Obras Públicas era el doctor Carlos Lleras Restrepo quien ordenó realizar la obra por la administración. Imagínese yo graduado en 1965 y eso fue en 1967, qué experiencia tenía yo para hacer una obra así. Ni las firmas extranjeras quisieron, pero por orden del Ministro me tocó asumir ese reto. Yo solo tenía experiencia de 2 años en ingeniería para hacer una obra de ese talante… ¡hasta me enfermé! Me hacía debajo de ese puente, lo miraba y pensaba: ‘qué tal y se me caiga encima’, pero logré conseguir un grupo de trabajadores que había trabajado en el puente antes y pedí los planos, lo lógico, empezamos a abrir huecos para ver qué tipo de hierro tenían los pilotes, y así logré ejecutar ese trabajo y entonces el doctor que fue ministro y fue presidente, fue a recibir esa obra, y después de eso él fue quien me consiguió el cupo para hacer la especialización en la Universidad del Cauca, porque ya estaban cerradas las matrículas. Yo hice la especialización en el año 1971 y desde ahí nos establecimos aquí en Popayán”, manifestó el ingeniero al recordar esta enriquecedora experiencia que lo hizo sufrir, pero que le permitió crecer profesionalmente de una manera que ni él mismo se lo creía.
Luego de dichas experiencias que le permitieron crecer personal y profesionalmente, el ingeniero Jorge junto con su hermano asumieron con gran responsabilidad una de las épocas más duras de Popayán: la reconstrucción de la capital caucana después del terremoto del 83. “Nosotros ya habíamos construido barrios como Antonio Nariño, Camilo Torres y estábamos construyendo El Guayabal y el terremoto nos tumbó 25 casas porque estaban todas a nivel de viga de amarre. Esa época fue muy dura, la sentimos mucho y trabajamos mucho por la ciudad, pusimos toda la maquinaria al servicio de la ciudad, entonces sacamos las volquetas, teníamos dos retroexcavadoras para limpiar la ciudad, y en los primeros días en una panadería, por allá por el barrio El Cadillal, se habían quedado encerrados todos los panaderos, y con la maquinaria les abrimos y cuando salieron parecían momias todos de blanco pero los logramos sacar de allí”, expresó este Unicaucanos con la voz un poco resquebrajada, con mucha nostalgia al recordar una de las épocas más dolorosas de la llamada ciudad blanca de Colombia.
Además de la ayuda que le brindaron a Popayán, también recuerda los momentos que vivió cuando un extenso grupo de personas invadió un lote de su propiedad, en el cual esperaban construir un barrio: “La gente invadió el terreno, y el Ejército Nacional iba a entrar a sacar a la gente, pero nosotros respaldamos a la gente y la organizamos, como teníamos el plano de las casas que íbamos a hacer, yo quise que se situaran en cada lote de acuerdo al plano, pero ellos se hicieron encima de los andenes, en las calles, en las zonas verdes, lo único que pude salvar fue la cancha de fútbol, no la dejé invadir, esa la desocupé, entonces conseguimos guaduas y una firma nos regaló los plásticos, cerré toda la cancha de fútbol, ahí sí pedí apoyo del del ejército para que no me la invadieron y se convirtió en el albergue solo para las mujeres y los niños”. Es importante mencionar que en gratitud a la empresa de construcción del ingeniero y su hermano, las personas que se asentaron en dicho lote nombraron, una parte de la zona, como “Los Campo”, y la otra parte, se denominó como “31 de marzo”, hoy barrios constituidos dentro de la capital del departamento.
De igual forma, durante esta época el ingeniero Jorge asumió una tarea sumamente importante, la reconstrucción, reorganización, saneamiento y reubicación de cadáveres del Cementerio Central; una dolorosa misión que le implicó mucho esfuerzo pues, como muchos saben, los cadáveres se salieron de sus bóvedas y no era fácil su reconocimiento, “Me tuvieron que poner tres soldados para protegerme porque, los familiares de los seres queridos fallecidos, me querían matar al no encontrarlos, entonces me tuvieron que dar uniformes del ejército pero, gracias a Dios, estuve a cargo del cementerio como cuatro meses y lo pude organizar, entonces yo creo que el de allá arriba me va a poner en algún sitio”, nos compartió el ingeniero Jorge con gran orgullo al sentir el deber cumplido.
Adicional a las obras civiles descritas anteriormente, también recuerda con gran regocijo cuando realizó diferentes carreteras del departamento del Cauca a pico y pala,“Fue muy gratificante trabajar con las comunidades, hicimos la carretera Silvia - La Campana - Gabriel López – Insate – Urbina, muchas carreteras aquí en el departamento del Cauca. A mí ya no me iban a recibir en la casa porque me la pasaba trabajando, pero es que trabajar con las comunidades era muy rico”, expresó el ingeniero con una mezcla entre picardía y nostalgia.
Aquí podríamos quedarnos escribiendo páginas y páginas de anécdotas y cosas muy emocionantes que sabemos, pueden ser de inspiración para quienes se trazan metas, sueñas en grande y trabajan por hacerlo realidad. pero es momento de ir cerrando el relato de este hombre que es historia viviente en sí mismo. A través de este texto, tratamos de contar parte de la vida y obra de esta gran ser humano pues, como lo dijimos en un principio, a sus 85 años de edad es una de las personas más destacadas de la sociedad caucana y esto no es gratuito: es producto de sus innumerables participaciones, trabajos y colaboraciones con el municipio y el departamento. Por ello, decidimos culminar las entregas de ‘Rostros de un Legado', dando a conocer parte del recorrido de este inigualable personaje que, sin lugar a dudas, deja en alto el nombre de la Universidad del Cauca, gracias a su ejemplo.
Le decimos adiós a este 2023, un año muy especial gracias a la conmemoración de los 150 años de la Facultad de Ingeniería Civil; celebración que nos permitió explorar la vida de varios personajes que se han formado en los salones de esta gran facultad y, mediante sus voces, pudimos reconstruir y dejar para la posteridad, una memoria única. A ellas y ellos, quienes aceptaron nuestra invitación, les damos infinitas gracias por abrirnos su corazón y permitirnos contar sus historias, pues desde esta Universidad de Excelencia y Solidaria siempre honraremos su legado.
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